Inteligencia emocional: la rabia
"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, esto, ciertamente, no resulta tan sencillo. " Aristóteles, Ética a Nicómaco
La rabia es seguramente la emoción que más rechazo provoca y peor vista está socialmente hablando. Esto, seguramente se debe a que asociamos la rabia con la agresividad cuando no tienen nada que ver una con la otra. La rabia es una emoción innata e íntima mientras que la agresividad es un comportamiento, que como tal, es consciente y aprendido. Cuando se asocia la rabia con un comportamiento agresivo puede llegar a traer problemas a la persona ya su entorno. En el otro extremo, tenemos los casos en que la rabia se asocia con la frustración. El sentimientos de impotencia y decepción al percibir que ante una situación injusta no podemos hacer nada ( "llorar de rabia"). Esta manera de vivir la rabia de manera generalizada también puede traer consecuencias a la persona, en este caso en forma de depresión.
Tanto uno como otro son ejemplos de rabia mal gestionada. Las personas nos estamos olvidando que las emociones son una fuente de información muy importante, que no todo es el pensamiento y lo que "debería ser". La rabia nos ayuda a sobrevivir. Nos pone en alerta y nos da la fuerza necesaria para sostener en situaciones difíciles de la vida y para poder defender lo que creemos nuestra (desde el propio respeto, como nuestros objetivos hasta el material).
¿Cuál es el punto medio entre los dos extremos? Utilizar la fuerza que nos da la rabia para conectar con nosotros, con nuestra presencia, y así poder defender o hacernos respetar de manera asertiva. Asertivamente no significa sólo decir las cosas con buenas palabras sino que también se trata de hacerlo con la adecuada conducta y actitud. Y es cierto que, no es tan fácil como escribirlo y la mayoría de veces se tiene que trabajar.
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